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jueves, 10 de octubre de 2024

Demasiados bestiarios para la corona del Rey Kóbold

Llevaba un tiempo pensando si comprarme o no la corona del Rey Kóbold, una campaña de Pathfinder 2 que estaba en Tesoros de la Marca de segunda mano y a buen precio (24 euros de los 35 que cuesta y en perfecto estado). Tras haber jugado la partida de la última esperanza de Hondonada para Pathfinder Salvaje (Pathfinder para Savage Worlds), que se corresponde con la primera parte de la campaña mencionada, tenía ganas de saber cómo continuaba la historia.

La aventura de Hondonada la estoy dirigiendo por segunda vez, ahora a unos amigos para que viesen cómo funcionaba Savage Worlds, y les pregunté si estaban interesados en darle una segunda oportunidad a Pathfinder 2 y continuar con la campaña completa en dicho sistema. Al PF2 ya le habíamos dado la primera oportunidad durante la beta y en aquel momento no nos convenció mucho, pero esta era una buena razón para volver a probar. Así, además, uno de los jugadores podía probar Pathfinder 2, que le podía interesar porque D&D se le podía estar quedando pequeño.

Así que he tenido la excusa perfecta para adquirir esta campaña y darme así la oportunidad de estrenar el manual de bolsillo de Pathfinder 2, que básicamente me lo había comprado como libro de lectura más que como manual de juego. ¡Quién me diría que acabaría cayendo en la manos del PF2!

Y que conste, este artículo no es una reseña del libro en sí, sino de los sustos que me llevo en esta vida rolera.

Libro de la corona del Rey Kobold, con Goznarclick y sus dados preparándose para las partidas
Preparándome para leer la corona del Rey Kóbold

lunes, 7 de octubre de 2024

Procrastinando, que será gerundio

Pasan los días, semanas, meses, y las tareas frikis pendientes se acumulan y no progresan. Esta vida me obliga a procrastinar, eufemismo de moda para ver si por fin hacemos caso del dicho de «no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy», pero a mí al menos no me ayuda.

Y es que la adultez, en especial con hijos (al menos en mi experiencia), no deja tiempo para zarandajas. El poco tiempo libre que me queda lo gasto en cosas sencillas, más pasivas, redes sociales que no aportan nada social y canales de streaming para saltar de un contenido a otro sin saborearlo. Lo que se traduce en que todas esas ideas que se me van ocurriendo se quedan en el tintero, un mogollón de bombillitas encendidas, apagándose poco a poco hacia la eternidad.