—Mi papá es un poco inútil —les aseguro con vehemencia, porque sé de lo que me hablo. Llevo todo mi tercer año de vida observándole atentamente y las conclusiones que he sacado son muy claras, así que me veo en la necesidad de compartir el estudio con mis compañeros de infantil —. Me esconda donde me esconda, nunca me encuentra, y eso que a veces me escondo mal a propósito para que me vea y acabar pronto el juego, pero ni con esas.
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—Mi mamá también —dice Nicolasa rápidamente —. Cuando jugamos al túlallevas siempre la pillo enseguida y, sin embargo, ella a mí no me consigue coger, y mira que tiene patas largas.
Yo la miro boquiabierto, porque aquello puede demostrar de lo que estoy tan convencido, que al volvernos mayores nos hacemos más torpes, o patosos, o descuidados, yo que sé. Más inútiles. Quizá eso que llaman hacerse adulto en realidad es una especie de enfermedad.
Pero entonces interviene Esteban, que es un sabelotodo y un pesado, con ganas de chafarme mi análisis.
—Pues serán los vuestros, porque cuando yo me escondo mi papá siempre me dice «venga, que se te ve, que no sabes ni esconderte, déjame ahora leer el periódico en paz».
—Qué papá más observador —le dice Nicolasa, sorprendida. Y yo me enfado y ya no quiero hablar más y me pongo a llorar. ¿Por qué Esteban me tenía que estropear la estadística? Mi estudio de un larguísimo año de mi vida echado a perder en menos de un minuto.
Jajajjajaj, pequeños estadistas!!! Me parto!!!
ResponderEliminarCuando alguien me rompe la estadística solo me queda afirmar que esa es la excepción que confirma la regla :)
ResponderEliminarSe lo va a tener que aprender quien protagoniza la historia para no enfadarse más con Esteban 🤭
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