La cofre carnívora mantenía los ojos entrecerrados, simulando ser un baúl inerte cualquiera. Allá, en la fría, oscura y casi olvidada madriguera orca, por fin había entrado un grupo de aventureros, tres en total. No distinguía entre humanos, elfos o enanos, pero a la cofre le daba igual. Eran la comida ideal tras llevar más de tres meses a base de carne de apestosa rata de mazmorra.
Apretó sus dientes afilados para evitar que la rendija que tenía por boca se quedase abierta y que sus dos lenguas no se saliesen fuera por el ansía de hambre. Los tres aventureros estaban ya casi encima, y por el olor que producían casi podía recordar el sabor de esa carne deliciosa que cubría sus huesos. Contuvo las ganas de relamerse para que no descubriesen que no era un vulgar baúl plagado de tesoros.
De pronto, el grupo se detuvo a escasos tres o cuatro metros de ella. ¿Qué pasaba? ¿La habrían descubierto? Podría intentar saltar sobre ellos, con la sorpresa seguro que mordía y derribaba a uno, pero los otros dos tendrían tiempo para responder. Pero eso era peligroso, mejor esperaba a que intentasen abrirla para así sorprenderles a todos.
Uno de los aventureros, uno pequeño y delgado, echó mano a una bolsita colgada de su cintura y sacó algo brillante de ella: Una reluciente moneda de oro. La cofre tuvo que usar toda su fuerza de voluntad para mantener los ojos casi cerrados. Aquella personilla le mostró la moneda, como si intuyese que estaba allí, y la arrojó lejos del grupo. La pequeña pieza dorada se alejó rodando por los pasillos.
La cofre abrió los ojos y las fauces de par en par, movió sus dos asas laterales arriba y abajo, de puro contento, y las dos largas lenguas salieron disparadas de la boca, llenando todo los alrededores de babas. Pegó dos saltitos en el sitio y salió corriendo detrás de la moneda, ante el respingo de los aventureros que, pese a estar prevenidos, no parecían esperar tal ímpetu. Se lanzó por el pasillo tras el reluciente objeto rodante, hasta que una de sus lenguas danzarinas lo cazó antes de que dejase de moverse. La recogió entre sus dientes afilados y se la dirigió al individuo que la había lanzado, para que volviese a hacerlo.
Sí, la cofre tenía hambre de carne humana, pero hacía mucho más tiempo que nadie le tiraba monedas de oro para jugar. Podría mantenerse a base de carne de apestosa rata de mazmorra durante unos cuantos meses más.
Jajajaja
ResponderEliminarMe ha encantado el plot twist :)
Ahora me imagino a futuros aventureros lanzando monedas cada vez que vean un cofre 😂
EliminarMe ha emocionado! Que bonito! 😢 Snif! Snif!
ResponderEliminarEres todo un sentimental.
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