La cofre carnívora mantenía los ojos entrecerrados, simulando ser un baúl inerte cualquiera. Allá, en la fría, oscura y casi olvidada madriguera orca, por fin había entrado un grupo de aventureros, tres en total. No distinguía entre humanos, elfos o enanos, pero a la cofre le daba igual. Eran la comida ideal tras llevar más de tres meses a base de carne de apestosa rata de mazmorra.
Apretó sus dientes afilados para evitar que la rendija que tenía por boca se quedase abierta y que sus dos lenguas no se saliesen fuera por el ansía de hambre. Los tres aventureros estaban ya casi encima, y por el olor que producían casi podía recordar el sabor de esa carne deliciosa que cubría sus huesos. Contuvo las ganas de relamerse para que no descubriesen que no era un vulgar baúl plagado de tesoros.