Romance del robo de mis calcetines
He perdido calcetines,
sólo uno de cada par,
ya llevo decenas de ellos
no sé qué puede pasar.
La lavadora he mirado
y por allí ninguno está,
ni en la cesta de la ropa
ni debajo del sofá.
Me parece tan extraño
que he comenzado a pensar
si es alguien o quizá es algo
al que le gusta robar
calcetines diferentes,
algo que coleccionar,
tenerlos dentro de un álbum
para poderlos ojear.
Es con estos pensamientos
cuando empiezo a divagar,
y se me ocurre cierta idea
para al ladrón capturar.
Preparo un gran cubo vacío
y un palo del que tirar,
lo ato con una cuerda,
¡listo ya para cazar!
Dejo un par de calcetines
y me dispongo a esperar,
oculto tras una puerta,
sin ruido, sin respirar.
Espero todo un buen rato,
me estoy empezando a cansar,
se me hace muy aburrido,
¿cuánto tendré que esperar?
En esto que se oye un ruido,
como un gato al ronronear,
me pongo tenso y alerta,
¡ladrón, no te escaparás!
Tiro fuerte de la cuerda,
y se oye el cubo golpear
el suelo con mucha fuerza,
por fin, atrapado está.
Me acerco al cubo, se mueve.
¡Qué miedo!, empiezo a temblar.
Lo levanto lentamente,
¡y un monstruo se ve asomar!
Es bajito, azul, peludo
y dientes tiene un millar,
un calcetín en su boca
ha encontrado su final.
Sus cuatro brazos son cortos,
Con garras, cual animal,
Sus patas son muy delgadas
Casi como de un faisán.
—¿Qué haces en mi casa, monstruo?
—Soy monstrua, ¿o es que ves mal?
—No sé, pues nunca había visto
a otro ser como tú igual.
—Por favor, no me hagas nada.
—A nadie yo sé dañar.
Pero robas calcetines
y eso tiene que acabar.
—Ya sé que esto que te he hecho
parece pura maldad,
mas sólo tengo este vicio
y no lo puedo evitar.
Hazme el favor y no me eches,
se puede solucionar,
amable soy, no molesto
ni me vas a oír roncar.
Los monstruos necesitamos
un lugar donde pasar
mañana y tarde escondidos,
y a la noche, despertar.
Si tienes un monstruo en casa
ningún otro te entrará.
Mejor monstrua comerropa
que el malo, vil o infernal.—
Me da pena la monstruita,
quizá se pueda arreglar,
cuando compre calcetines
serán muchos más de un par.
Ella se comerá alguno,
y yo, mientras, podré usar,
combinando varios pares,
piezas sin desparejar.
Así tendré monstrua buena
que no me hará ningún mal
y evitaré que me entre uno
con el que no viva en paz.
—Vale, quédate, monstruita,
nos podemos apañar,
y nos haremos compañía,
¡adiós a la soledad!—
Se esconde bajo la cama
y se pone a murmurar:
—Gracias, humanito lindo,
esta monstrua en deuda está.—
Desde entonces ningún monstruo
ha osado en mi casa entrar,
pues sabe que está ocupada
por mi monstrua singular,
que siempre me hace compañía,
que no se porta fatal,
solo come calcetines.
y es una monstrua genial.
Moraleja de esta historia:
Mucho estás tardando ya
en buscarte tu monstruito
que al malo no deje entrar.
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