Este verano, la falta de partidas de rol ha tenido su lado útil: le he podido dedicar tiempo a otras actividades roleras que siempre había tenido en mente.
Y una de ellas era preparar una partida basada en el universo de Starcraft de Blizzard, uno de mis videojuegos favoritos. Se trata de un juego de estrategia en tiempo real, de esos en los que vas construyendo un ejército para derrotar al ejército del contrario. Podías elegir entre tres ejércitos: los terrans, que son los humanos; los protoss, un ejército alienígena con tecnología avanzada; y los zergs, un ejército alienígena insectoide, estilo aliens, bichos de Starship Troopers o tiránidos del Warhammer 40000).
El uno, que salió en el 98, se convirtió en mi favorito, aparte de por la ambientación, porque era el primer juego de ETR que descubría en el que cada ejército era completamente diferente a los otros dos, no eran solo unidades que les cambiaban el aspecto y ya está (guerreros humanos o guerreros orcos del Warcraft, que los personajes eran diferentes pero tenían los mismos atributos). Al Starcraft 1 y a la primera expansión que sacaron años más tarde, el Broodwar, les dediqué muchas horas de juego; pero cuando el 2 salió allá por el 2010 ya me pilló mayor, con menos mono y tiempo para jugar a videojuegos.
Bueno, pues a esa idea de montar una partida de rol basada en este universo le llevaba dando vueltas desde hace unos cuatro o cinco años, tras leer un cómic de Aliens y que me surgiese una semilla de aventura al mezclar esa idea con una de las cinemáticas (tan horriblemente dobladas, todo sea dicho) del Starcraft (la del jeep arrollando a un zergling). Pero era algo que siempre se quedaba en el montón de cosas por querer hacer.
Las razas jugables del Starcraft: terrans (humanos), protoss y zergs |